Por: JESSICA WOOLRICH
No hay duda que Emmanuel Macron ha sido uno de los presidentes que más conflictos ha tenido que enfrentar en los últimos tiempos, tanto porque le tocó pasar la pandemia por COVID, como por todo lo provocado por la guerra entre Rusia y Estados Unidos, y muchos de esos nada tuvieron que ver con su gestión.
Sin embargo muchas de sus decisiones han provocado que en diversos momentos los franceses salgan a las calles a manifestar su descontento por su forma de gobernar. Pero en aquellos momentos, con el paso de los días, el descontento parecía disminuir y todo volvía a la normalidad.
Hoy, sin embargo, que el pueblo ha salido nuevamente a manifestarse, el enojo no parece disminuir, sino al contrario y las protestas en vez de que se terminen, han ido aumentando en tamaño y en intensidad. Todo porque los franceses están en desacuerdo con la reforma de pensiones, que fue aprobada por el Senado, y que modifica la edad para las jubilaciones.
Ésto ha generado que Francia entre en un estado de caos y descontrol como no se había visto en mucho tiempo, al grado que el transporte público no funciona en su totalidad, las escuelas permanecen cerradas, el servicio de basura no labora por lo que las calles permanecen cubiertas de bolsas de basura que no ha sido levantada, y la violencia va en incremento, con incendios, y con millones de personas enfurecidas.
Sobre todo porque las protestas están siendo reprimidas de manera violenta, lo que evidentemente está calentando más los ánimos en una nación que parece no estar dispuesta a dar un paso atrás. Por eso las voces aumentan, y quienes antes limitaban sus peticiones a la remoción de la reforma, también exige la renuncia de un presidente que parece no entender que la voz del pueblo no debe de ser callada, sino escuchada.
Y que los cambios no deben de ser impuestos en contra de la voluntad de la mayor parte del pueblo, ya que sí bien la mayoría de los franceses apoya ciertas modificaciones a la ley, los cambios impulsados por Macron tienen el rechazo del 61% de la población, e incluso el 58% apoya una huelga nacional, que podría darle la estocada final a un gobierno que está provocando que muchos recuerden que Francia es un país de naturaleza revolucionaria, que no suele callar ante el descontento, que no suele bajar la mirada y voltear para otro lado y que simplemente no está dispuesto a que pese más el aparente capricho de Macron, que fiel a su manera de gobernar, parece solamente centrarse en sí mismo sin escuchar a su pueblo, un pueblo que hoy tiene mucho que decir y que está hablando cada vez más alto.
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JESSICA WOOLRICH