Le pedimos hoy ser pilares seguros, cimiento firme, donde se puedan apoyar nuestros familiares

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NUESTRA SEÑORA DEL PILAR*

— La devoción a la Virgen del Pilar.

— La Virgen va por delante en toda evangelización, en todo apostolado
personal. Contar con Ella.

— Firmeza y caridad a la hora de propagar la fe.

I. Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras
grandes en mí.

Según una antiquísima y venerada tradición, la Virgen, cuando aún vivía, se
apareció en carne mortal al Apóstol Santiago el Mayor en Zaragoza, acompañada de
ángeles que traían una columna o pilar como signo de su presencia.

En la aparición, Nuestra Señora consoló y reconfortó al Apóstol Santiago, a
quien prometió su asistencia materna en la evangelización que estaba llevando a cabo
en España. Desde entonces, el Pilar es considerado como «el símbolo de la firmeza
de fe»; a la vez, nos indica el camino seguro de todo apostolado: Ad Iesum per
Mariam, a Jesús, por María. La Virgen es el pilar firme, los cimientos seguros, donde
se asienta la fe y donde esta fe se guarda. «Por medio de ella, a través de muy
diversas formas de piedad, ha llegado a muchos cristianos la fe en Cristo, Hijo de
Dios y de María». Son sostenidos «por la devoción a María, hecha así columna de
esa fe y guía segura hacia la salvación».

Al ver tantas naciones y pueblos diversos que celebran hoy esta fiesta y al
contemplar su amor a la Virgen podemos ver cumplidas las palabras de la Sagrada
Escritura: Eché raíces entre un pueblo grande, en la porción del Señor, en su
heredad. Crecí como cedro del Líbano y del monte Hermón, me he elevado como
palmera de Engadí y como rosal de Jericó, como gallardo olivo en la llanura y
como plátano junto al agua. Exhalé fragancia como el cinamomo y la retama, y di
aroma como mirra exquisita, como resina perfumada, como el ámbar y el bálsamo, como nube de incienso en el santuario. Su devoción se ha extendido por todas
partes.

 

 

 

La fiesta de hoy es una excelente ocasión para pedir, por su mediación, que la
fe que Ella alentó desde el principio se fortalezca más y más, que los cristianos
seamos testigos tanto más firmes cuanto mayores sean las dificultades que podamos
encontrar en el ambiente del trabajo, de las personas con las que habitualmente nos
relacionamos, o en nosotros mismos. Esto nos consuela: si hemos de enfrentarnos a
obstáculos más grandes, más gracia nos obtendrá Nuestra Señora para que salgamos
siempre triunfadores.

Le pedimos hoy ser pilares seguros, cimiento firme, donde se puedan apoyar
nuestros familiares y nuestros amigos. Dios todopoderoso y eterno le rogamos en la
Misa propia de esta fiesta que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un
amparo celestial a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar;
concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y
constancia en el amor.

 

II. Tú permaneces como la columna que guiaba y sostenía día y noche al
pueblo en el desierto.

En el libro del Éxodo se lee cómo Yahvé precedía al pueblo en el desierto, de
día como una columna en forma de nube para indicarle el camino, y de noche como
una columna de fuego para alumbrarle. En el Libro de la Sabiduría se señala: Y
en lugar de tinieblas encendiste una columna, que le diste para su camino, un sol
que no les quemaba, para una gloriosa peregrinación.

La Virgen fue quien marchó delante en la evangelización de los comienzos,
alumbrando el camino, y es quien ahora va primero, iluminando nuestro propio
camino y el apostolado personal que como cristianos corrientes realizamos en nuestra
familia, en el trabajo y en los ambientes que frecuentamos. Por eso, cuando nos
proponemos acercar a un familiar o a un amigo a Dios, lo encomendamos en primer
lugar a Nuestra Señora. Ella quita obstáculos y enseña el modo de hacerlo. Cada uno
de nosotros, quizá, ha experimentado esta poderosa ayuda de la Virgen. «Sí, tenemos como guía una columna que acompaña al nuevo Israel, a la Iglesia, en su
peregrinar hacia la Tierra prometida, que es Cristo el Señor. La Virgen del Pilar
es el faro esplendente, el trono de gloria, que guía y consolida la fe de un pueblo
que no se cansa de repetir en la Salve Regina: Muéstranos a Jesús».

La evangelización iniciada en cada lugar del mundo, hace siglos o pocos años,
no terminará hasta el fin de los tiempos. Ahora nos toca a nosotros llevarla a cabo.
Para eso hemos de saber comprender a todos de corazón. Con más comprensión
cuanto más distantes se encuentren de Cristo, con una caridad grande, con un trato
amable, sin ceder en la conducta personal ni en la doctrina que hemos recibido a
través del canal seguro de la Iglesia.

Acudamos a Nuestra Señora pidiéndole luz y ayuda en esas metas apostólicas
que nos proponemos para llevar a cabo la vocación apostólica recibida en el
Bautismo. Acudamos a Ella a través del Santo Rosario, especialmente en este mes
de octubre el mes del Rosario, visitemos sus santuarios y ermitas, ofreciéndole algún
pequeño sacrificio, que Ella recoge sonriendo y lo transforma en algo grande.
Dirigirnos a Ella en petición de ayuda es un buen comienzo en todo apostolado.

En esa acción evangelizadora que cada cristiano debe llevar a cabo de modo
natural y sencillo, debemos tenerla a Ella como Modelo. Miremos su vida normal:
veremos su caridad amable, el espíritu de servicio que se pone de manifiesto en Caná,
en la presteza con que ayuda a su prima Santa Isabel… Debemos contemplar su
sonrisa habitual, que la hacía tan atrayente para las personas que habitualmente la
trataban… Así hemos de ser nosotros.

III. Siguiendo la Misa propia de esta advocación mariana, pedimos también
hoy al Señor que nos conceda, por intercesión de Santa María del Pilar, permanecer
firmes en la fe y generosos en el amor.

Le suplicamos ser firmes en la fe, el tesoro más grande que hemos recibido.
Saber guardarla en nosotros y en quienes especialmente Dios ha puesto a nuestro
cuidado de todo aquello que la pueda dañar: lecturas inconvenientes, programas de
televisión que poco a poco van minando el sentido cristiano de la vida, espectáculos
que desdicen de un cristiano…; guardarla sin ceder en lo que fielmente nos ha
transmitido la Iglesia, manteniendo con fortaleza esa buena doctrina ante un
ambiente que en aras de la tolerancia se muestra en ocasiones intolerante con esos
principios firmes en los que no cabe ceder, porque son los cimientos en los que se
apoya toda nuestra vida. Resistid firmes en la fe, exhortaba San Pedro a los
primeros cristianos en un ambiente pagano, parecido al que en algunas ocasiones
podemos encontrar nosotros. Ceder en materia de fe o de moral, por no llevarse un
mal rato, por limar aristas, por puro conformismo y cobardía, ocasionaría un mal
cierto a esas personas que, tal vez un poco más tarde, verán la luz en nuestro
comportamiento coherente con la fe de Jesucristo.

En un ambiente en el que quizá abundan la debilidad y la flaqueza, esta firmeza
ha de ir acompañada por la generosidad en el amor: el saber entendernos con todos,
incluso con quienes no nos comprenden o no quieren hacerlo, o tienen ideas sociales
y políticas distintas u opuestas a las nuestras, con personas de elevada cultura o con
aquellos que apenas saben leer…, manteniendo siempre una actitud amable
compatible con la firmeza cuando sea necesaria, que nace de un corazón que trata a
Dios diariamente en la intimidad de la oración.

 

Si la primera evangelización, en España y en todas partes, se realizó bajo el
amparo de la Virgen, esta nueva evangelización de las naciones que están cimentadas
desde su origen en principios cristianos también se realizará bajo su amparo y ayuda,
como la columna que guiaba y sostenía día y noche en el desierto al Pueblo elegido.
Ella nos lleva a Jesús, que es nuestra Tierra prometida; «es lo que realiza
constantemente, como queda plasmado en el gesto de tantas imágenes de la
Virgen… Ella con su Hijo en brazos, como aquí en el Pilar, nos lo muestra sin
cesar como el Camino, la Verdad y la Vida». «Para eso quiere Dios que nos
acerquemos al Pilar escribía San Josemaría Escrivá al terminar de relatar algunos
pequeños sucesos de su amor a la Virgen en este santuario mariano: para que, al
sentirnos reconfortados por la comprensión, el cariño y el poder de nuestra Madre
aumente nuestra fe, se asegure nuestra esperanza: sea más viva nuestra
preocupación por servir con amor a todas las almas. Y podamos, con alegría y con
fuerzas nuevas, entregarnos al servicio de los demás, santificar nuestro trabajo y
nuestra vida: en una palabra, hacer divinos todos los caminos de la tierra» [
14].
Hoy, en su fiesta, nos acercamos con el corazón al Pilar y le pedimos a Nuestra
Señora que nos guíe siempre, que sea la seguridad en la que se apoya nuestra vida.

* Según una venerada tradición, la Santísima Virgen se manifestó en
Zaragoza sobre una columna o pilar, signo visible de su presencia. Desde antiguo
se tributó en aquel lugar culto a la Madre de Dios y en su honor se edificó primero
una iglesia y luego la actual basílica, centro de peregrinación de España
especialmente y del mundo hispánico. Pío XII otorgó a todas las naciones de
América del Sur la posibilidad de celebrar en este día la misma Misa particular que
se celebra en España.