Una experiencia ¡inolvidable! en el hospital del terror en Aguascalientes

0
1160

Por: José I. VELA PÉREZ

Aguascalientes, Ags.- Estar a punto de perder la vida nos lleva a reflexionar sobre nuestras acciones del pasado y del presente, ante la incertidumbre de un futuro incierto, pero también en torno al compromiso acerca de los riesgos que en muchos de los ámbitos enfrenta el país, y con la duda de si al menos en parte hemos cumplido con nuestra misión frente al pecado de omisión que, para quienes somos creyentes y nos decimos católicos, es más grave.

Sobre todo cuando hemos sido infieles con nosotros mismos y hay alguien tan especial que nos dice:

¿Cuál es tu verdad ante Dios? Cómo te ve Dios?.  A quién estás siguiendo, al Espíritu Santo que inspira amor y fidelidad o a Satanás que inspira placer y maldad?: ¿Quieres estar siempre en camino de salvación siendo fiel? O arriesgar tu eterna condenación. Escoge, sabiendo que lo que escogemos aquí es para la eternidad”. Y al final, por supuesto, recibimos la bendición.

En esta línea la verdad debe sobresalir y a partir de la misma actuar en consecuencia; bajo esta premisa y con la idea clara que aún tenemos sobre el objetivo de construir y no lo contrario, es que habrá que resaltar el objetivo de este escrito, el de alertar a la población sobre hechos efectivamente inaceptables, de permanente violación a los derechos humanos y hasta amenazas veladas o directas, y que sirva para corregir y seguramente evitar más muertes y mayores sufrimientos. Y por ellos daremos algunas luces.

El Caso del Hospital “Miguel Hidalgo” en Aguascalientes, México

Es del dominio público los errores y omisiones que se presentaron para poner en marcha el nuevo hospital, después de varios años.

Recientemente, las autoridades estatales difundieron:

“Gracias a su personal médico distinguido, atención de primer nivel y tecnología de punta, el Centenario Hospital Miguel Hidalgo logró ser considerado en esta administración como uno de los 5 mejores nosocomios públicos y privados a nivel nacional, esto de acuerdo al Ranking World’s Best Hospitals 2021 publicado por Statista Inc.”

Y se explica: “La metodología de este estudio evalúa aspectos como la satisfacción y los resultados de los pacientes, la eficiencia en los tratamientos, los médicos especialistas, de acuerdo a lo cual el CHMH pudo colocarse entre los mejores del país”.

Y en su página destaca:

CHMH Centenario Hospital Miguel Hidalgo

Misión
Servir a la sociedad del Estado de Aguascalientes, en particular a su población más desprotegida, mediante atención médica especializada, con responsabilidad y sentido humano, así como formar profesionales en el área de la salud, a través de la asistencia, enseñanza e investigación.

Visión
Ser una Institución de vanguardia y excelencia en la atención a la salud, la investigación, la formación de profesionales y el más profundo compromiso con los pacientes.
La infraestructura, equipamiento tecnológico y conectividad juegan un papel vital en el desarrollo de los procesos académicos, de gestión y administrativos los cuales garantizan el éxito de los Programas de Tutoría-Asesoría Académica, Seguimiento y Evaluación al Desempeño Docente. Los procesos de evaluación tanto interna como externa y el seguimiento de egresadas constituyen un pilar indispensable en la toma de decisiones para la reorientación de la planeación institucional en busca de la constante mejora de la competitividad académica.”

Y con:

Valores

  • Honestidad
  • Integridad
  • Fraternidad
  • Compromiso
  • Lealtad
  • Respeto
  • Compasión

Luces y Sombras de este hospital “de primera”

Seguramente habrá muchas opiniones positivas acerca del trato que en algunas áreas de dicha institución se reciben, y por la propaganda prácticamente es el común denominador que se hable de un servicio ejemplar, incluso de excelencia pues otras fuentes lo colocan en la posición número 32 de los mejores hospitales públicos y privados del país, y una revista regularmente reconocida realizó un reportaje donde alaba todas las “bondades”.

Pero también se han vertido no pocas opiniones sobre el mal servicio que los pacientes reciben, de maltrato y hasta amenazas, con una evidente ausencia de humanismo y valores, afirmándose que ni honestidad, integridad, fraternidad ni mucho menos compromiso existen, mientas que la lealtad, el respeto y la compasión solo están en su directriz.

Y por supuesto que tampoco se le da validez a la Carta de los Derechos de los Pacientes, donde se lee:

Carta de Derechos de los Pacientes

1. Recibir atención médica adecuada

El paciente tiene derecho a que la atención médica se le otorgue por personal preparado de acuerdo a las necesidades de su estado de salud y a las circunstancias en que se brinda la atención; así como a ser informado cuando requiera referencia a otro médico.

2. Recibir trato digno y respetuoso

El paciente tiene derecho a que el médico, la enfermera y el personal que le brinde atención médica, se identifiquen y le otorguen un trato digno, con respeto a sus convicciones personales y morales, principalmente las relacionadas con sus condiciones socioculturales, de género, de pudor y a su intimidad, cualquiera que sea el padecimiento que presente, y se haga extensivo a los familiares o acompañantes.

3. Recibir información suficiente, clara, oportuna y veraz

El paciente, o en su caso el responsable, tiene derecho a que el médico tratante les brinde información completa sobre el diagnóstico, pronóstico y tratamiento; se exprese siempre en forma clara y comprensible; se brinde con oportunidad con el fin de favorecer el conocimiento pleno del estado de salud del paciente y sea siempre veraz, ajustada a la realidad.

4. Decidir libremente sobre su atención

El paciente, o en su caso el responsable, tienen derecho a decidir con libertad, de manera personal y sin ninguna forma de presión, aceptar o rechazar cada procedimiento diagnóstico o terapéutico ofrecido, así como el uso de medidas extraordinarias de supervivencia en pacientes terminales.

5. Otorgar o no su consentimiento válidamente informado

El paciente, o en su caso el responsable, en los supuestos que así lo señale la normativa, tiene derecho a expresar su consentimiento, siempre por escrito, cuando acepte sujetarse con fines de diagnóstico o terapéuticos, a procedimientos que impliquen un riesgo, para lo cual deberá ser informado en forma amplia y completa en qué consisten los beneficios que se esperan, así como de las complicaciones o eventos negativos que pudieran presentarse a consecuencia del acto médico.
Lo anterior incluye las situaciones en las cuales el paciente decida participar en estudios de investigación o en el caso de donación de órganos.

6. Ser tratado con confidencialidad

El paciente tiene derecho a que toda la información que exprese a su médico, se maneje con estricta confidencialidad y no se divulgue más que con la autorización expresa de su parte, incluso la que derive de un estudio de investigación al cual se haya sujetado de manera voluntaria; lo cual no limita la obligación del médico de informar a la autoridad en los casos previstos por la ley.

7. Contar con facilidades para obtener una segunda opinión

El paciente tiene derecho a recibir por escrito la información necesaria para obtener una segunda opinión sobre el diagnóstico, pronóstico o tratamiento relacionados con su estado de salud.

8. Recibir atención médica en caso de urgencia

Cuando está en peligro la vida, un órgano o una función, el paciente tiene derecho a recibir atención de urgencia por un médico, en cualquier establecimiento de salud, sea público o privado, con el propósito de estabilizar sus condiciones.

9. Contar con un expediente clínico

El paciente tiene derecho a que el conjunto de los datos relacionados con la atención médica que reciba sean asentados en forma veraz, clara, precisa, legible y completa en un expediente que deberá cumplir con la normativa aplicable y cuando lo solicite, obtener por escrito un resumen clínico veraz de acuerdo al fin requerido.

10. Ser atendido cuando se inconforme por la atención médica recibida

El paciente tiene derecho a ser escuchado y recibir respuesta por la instancia correspondiente cuando se inconforme por la atención médica recibida de servidores públicos o privados. Asimismo tiene derecho a disponer de vías alternas a las judiciales para tratar de resolver un conflicto con el personal de salud.

En Carne Propia, primera etapa

Por nuestra actividad diaria dimos positivo al Covid-19 e ignoramos si el contagio se dio en alguna actividad propia de Gobierno, estatal o municipal; tal vez en algún autobús urbano o automóvil de alquiler; en algún mercado o reunión exprofeso, sin descartar que pudo ser en una conferencia de prensa que se dio al final de un evento en el deportivo ferrocarrilero, donde fueron premiados varios jóvenes por el Gobernador, donde en la entrevista de pronto nos vimos atrapados entre varios trabajadores de la comunicación, algunos de ellos nunca antes vistos; tal vez 20 o más. Inmediatamente después nos retiramos para llegar a nuestras oficinas.

Independientemente de donde haya sido el contagio, éste fue confirmado luego de varios días.

La llegada al Hospital del Terror

Acompañados de un familiar, llegamos antes de las 15:00 horas el viernes 17 de septiembre, con estudios que se habrían hecho por separado, pues la recomendación hecha es que era urgente “por la gravedad del caso”. Y era verdad, porque la situación era intolerable, casi sin ganas ni poder dar unos pasos.

Después de una media hora finalmente nos atienden en uno de los consultorios, una vez que se había pedido información y de que un médico que salió de otro consultorio habría visto los estudios que arrojaban que respiraba a una capacidad menor al 20 por ciento.

Es aquí donde todo se torció:

Una vez que logramos pasar al consultorio, una enfermera nos pone de inmediato el oxígeno al ver las complicaciones y tomar algunos datos. Nos alerta que a no pocos los regresaban a sus domicilios, y que insistiera en que necesitaba ser internado, lo que después de más de una hora se logró.

Pero no fue todo satisfacción y beneplácito porque en determinado momento entra un trabajador con una silla de ruedas, y recibimos el primero de los impactos: nos mira a los ojos y nos pregunta: ¿está preparado para que lo intuben?, mientras esperaba la orden de pasar “a piso”, y nuestra respuesta fue: “si no hay de otra, ni modo”.

Los minutos se hicieron eternos, mientras entraba y salía por la parte interior donde se comunican todos los consultorios. Y nos colocamos en la silla de ruedas para recorrer varias áreas de atención y subir al área de los “pacientes graves con Covid-19”. Se habría dicho que era de la cepa más maligna, que de la tercera ola y hasta “es el virus más letal”.

Y el segundo impacto, es cuando el empleado del hospital aminora el paso para uno voltear a ver a los demás pacientes, más de alguno con la lengua de fuera y con un tubo que sobresalía sobre la boca, que se encontraba casi a la entrada de esa área hacia el lado derecho, mientras que a la izquierda se veía más personas que aparentemente eran tratados como animales, pues los volteaban de un lado para otro con fuerza y desnudos, totalmente. Los gritos y súplicas no valían de nada.

Y llegamos al lugar asignado, la cama 11.

Y entonces todo cambió

El mismo viernes del ingreso nos suben a una camilla donde permanecimos por algunas horas, hasta que alguien trajo una cama que le dejó a una enfermera para cambiarme.

Es cuando se realizan una serie de movimientos, con una temperatura de 39.5 y otros indicios que alertaban a algunas enfermeras, por lo que se procedió a poner suero y un cuadro de antibióticos, como por ejemplo paracetamol líquido.

Piquetes en las venas, en los dedos y demás. Ante la inexperiencia de algunas de las enfermeras, en la mano izquierda querían introducir una aguja, pero sin resultados. De pronto le habla a un compañero, y le explica la situación. Nos toma la mano y…directo, a sacar más sangre, pues la mano derecha ya estaba “ocupada”.

Logramos pasar la noche, con nuestras oraciones por delante y dejando en manos de Dios nuestra existencia.

Al día siguiente, sábado, ya estábamos mejor.

A eso de las 12:00 horas llega una doctora joven que, tras examinar a un servidor y a otros tres pacientes, nos dice que se haría un estudio de laboratorio porque todo marchaba bien, pues ya eran 36.5 de temperatura y la oxigenación estaba en buen nivel.

Pero todo fue el comienzo, en esta primer etapa de mentiras y manipulación de la información, para sintetizar que tras preguntar a un enfermero sobre la doctora se nos dijo que estaba en el trámite de alta, cuando en realidad no era cierto. Y es cundo comienza la incertidumbre, el temor y la impotencia. Por la tarde-noche llega otra persona joven que se presentó como doctor, pero que omitimos su apellido, y tras una evaluación nos informa que nos quitaría el oxígeno por determinado tiempo para ver cómo reaccionaba, pues la mejoría era notoria, no sin antes decirle que ya nos habían avisado que nos darían de alta, a lo que en apariencia se comprometió a investigar qué habría pasado y proceder en consecuencia. Prometió regresar “a la brevedad” para poder regresar a nuestro domicilio.

Y transcurrieron las horas, cuando se le pregunta a una enfermera sobre el referido médico, a lo que nos contesta que él ya se había ido pero que regresaba pasado mañana.

Y aumentó la angustia, el miedo aumento y la frustración se hizo evidente, pues la misma escena se repitió todo el domingo y el lunes siguiente, donde la mentira prevaleció.

Varias veces pedimos y hasta suplicamos a médicos y enfermeras que nos permitieran hacer una llamada, y la respuesta fue, primero, que no traían celular, y que no les tenían permitido hacerlo porque los pacientes no tienen ese derecho. Segundo, que si alguien lo hiciera, se le sancionaría. Peor que estar en una cárcel.

Se preguntó si acaso habría algún sacerdote, a lo que una de las enfermeras sorprendida contestó: “para nada, ellos no entran aquí”.

Y las represalias por insistir en hacer una llamada no se hicieron esperar porque desde el sábado por la tarde cambió radicalmente la actitud del personal, pues dejaban sin llevarse el artefacto con la orina, y cuando lo hicieron, trajeron uno de metal y bastante pesado que permaneció por más de 24 horas. Y tristemente llevaban comida con dos tortillas frías y las visitas eran menos frecuentes.

Entraban y salías médicos, todos ellos jóvenes, al parecer practicantes o recién egresados, pero sin ningún sentido de responsabilidad. La música que se escuchaba sofocaba los lamentos de los enfermos, en cada turno diferente, y en los pasillos todos contentos.

Es de mencionar que el mismo lunes antes de las 16:00 horas la persona encargada del área que se dijo era de trabajo social, se acercó para darnos la información y aclarar cuál era nuestra situación real, pues ya eran muchas contradicciones. Llamó aparentemente para aclarar los hechos, pues cada vez se daban posturas diferentes que aumentaba la confusión. Y la respuesta fue que, efectivamente, ya había sido dado de alta desde las 14:00 horas, pero que tardarían en hacer los trámites de dos a cinco horas, lo que resultó falso.

Después de tanta insistencia, le suplicamos a otra enfermera que nos permitiera hacer una llamada breve, pues al parecer ya eran las 21:00 horas del lunes y nadie nos daba información creíble para saber a qué atenernos; sólo que cuatro o cinco médicos supuestamente nos habían dado de alta desde el sábado anterior por la tarde hasta la tarde del lunes, en ese lapso.

Y múltiples versiones se dieron en trabajo social, que tampoco correspondían a la realidad.

Logramos hacer la llamada con voz apenas audible ante el riesgo de que escuchara quien estaba a cargo del teléfono del piso, y le informamos a nuestro familiar: “aún estoy en el hospital, urge que vengas por mí, hay riesgos evidentes”, y finamente salimos poco antes de las 23:00 horas.

Todo ello sin incluir una serie de circunstancias de los demás pacientes, de los juegos del responsable de contestar el teléfono que respondía sobre el tema económico, dándole a conocer a la persona al otro lado de la línea a que clave pertenecía, generalmente de cuatro dígitos. Todos era referente a dinero y casi siempre la voz era de una mujer joven, con voz de niña o inmadura, que se alegraba de la información referente a los ingresos de ella o de sus compañeros.

El lugar del terror

No menos importante es consignar que difícilmente puede conciliar el sueño con las luces encendidas y sin saber si es de día o de noche; también por las lamentaciones y quejas de otros pacientes que seguramente tendrían cada uno su propia historia que contar, igual o peor que la nuestra, pero baste mencionar que en al menos tres ocasiones nos pareció ver junto a nosotros a un ser que lamentándose lloraba de angustia por sus hijos, a lo que se nos dijo que en ese lugar habrían mucho no pocas personas, sin descartar que pudo ser producto de la imaginación por las secuelas y no dormir. Pero sentimos su presencia y vimos al menos una figura cerca a nosotros.

Por supuesto que preguntamos por el Director del Hospital, Dr. Armando Ramírez Loza, lo mismo que por la doctora Lucila Martínez, de la Dirección Médica, y obviamente la respuesta fue que nadie los conocía ni que tenían contacto con ellos, y la recomendación: “deje de protestar porque se queda toda la semana”. Nadie nos daba información por estar “prohibido”.

Las anécdotas

Muchos detalles habría que detallar, pero en un resumen de anécdotas, de hechos concretos, diremos que la tensión aumentó cuando el empleado nos “avisó” del viable intubamiento.  Más aún porque casi siempre estuvo presente la experiencia sobre compañeros y amigos que ya no salían del IMSS como tampoco de este hospital del terror, que a manera de retrato asemejaría a un lugar de tormentos en los tiempos de Hitler.

Y es que además estaba en nuestra mente la muerte de un cuñado (Manuel Macías Medina) esposo de una de las hermanas, que se veía con mucho vigor y aceptó que lo internaran, pero regresó en una pequeña cajita de madera.

Era y es aún del común denominador que de 10 pacientes que son internados, solo uno sale con vida.

Lo periodístico

Más allá del insomio y las secuelas varias, de la constante violación de los derechos humanos e incluso privación ilegal de la libertad, hay hechos que no pueden pasar por desapercibidos.

Más de alguna veces pensamos en la posibilidad de salir por nuestra propia cuenta, pero es menos que imposible por razones obvias. Otros pacientes seguramente deseaban lo mismo, pero veían primero que estaban sujetos a varios aparatos y agujas, suero, etcétera, pero sobre todo a que sólo le dejan una frágil y corta bata, además de la estricta vigilancia que se tiene en cada una de las áreas, no para auxiliar, sino para reprimir.

Y tal vez desde la percepción de algunos comunicadores, lo periodístico pudiera ser el hecho de las prácticas que en el interior del hospital del terror… y de los tormentos, realizan: pareciera que practican con pacientes a intubarlos.

Y es que al menos un par de veces escuchamos que había “otro prospecto”, y lo llamativo es que invitaban a enfermeras y supuestos médicos jóvenes a estar presentes. Cuando ya había más de cinco comenzaban “a practicar”. Se escuchaba que se decía: “anímate tú, no pasa nada, nosotros te ayudamos”. Para entonces seguramente el número de involucrados era mayor, como si se trata de un espectáculo. Aquí nos recordó lo sucedido cuando el hospital llamado “Universitario” Miguel Hidalgo, dependía precisamente de la UAA, donde se permitieron muchas “prácticas” no sólo con seres muertos, sino también con vivos.

Nosotros nos opusimos, por segunda ocasión, a la vez que pedíamos comunicación con el Dr. Armando Ramírez Loza, y la respuesta volvió a ser la misma: “nosotros no tenemos contacto con nadie de ellos”.

Pasaron los minutos, insistimos en hablar con alguna enfermera que estuviera cerca del lugar. Le expusimos que ya estaba bien desesperado y que ya quería regresar a casa, sobre todo porque supuestamente ya había sido dado de alta más de alguna vez. Y lo interesante fue la respuesta: “no se queje ni se desespere, imagínese si estuviera en el lugar del que ahorita están “entubando”. Sin duda, un tormento mayor.

Otra más, la despedida

Cuando finalmente avisan por teléfono que mandaban ropa para la cama once, aún con nuestras dudas, pasan 15 largos minutos, aproximadamente. Llega una empleada, de unos 1.75 metros de estatura con la silla de ruedas para salir. Junto con ella una enfermera, que nos auxilia a quitar los cables del pecho, el instrumento para medir la presión en el brazo izquierdo que cada alrededor de cada dos horas nos hacía sufrir al apretarnos con fuerza.

De pronto nos quitan el suero y con ello la aguja de la mano derecha. Algo pasó, que de pronto brotó sangre de la vena de nuestra mano que lleno la bata, sábana y el piso. Dejaban nuestra huella. Y el insomio sigue presente al modificarse el reloj biológico.

No lo podíamos creer que salíamos del lugar del tormento, mientras que en una área específica, se veía a unos 10 trabajadores en sus escritorios, todos ellos jóvenes y con computadora. Por el ruido, parecía que se entretenían con juegos, otros con sus celulares enviando mensajes, mientras que los pacientes pedían que alguien les hiciera caso en la otra área, sin olvidar que supuestamente nadie llevaba celular al trabajo.

Y no menos importante es la exigencia del depósito para poder ser atendido, algo así como 16 mil pesos “de entrada”.

Al día siguiente buscamos la ayuda profesional por fuera en una clínica particular, donde recibimos la mejor atención del inmunólogo Dr. Jaime Calvillo Michaus, quien hizo hincapié en que estaba con vida de milagro. Después de 10 días de recomendar 20 horas al día de oxígeno con tratamiento específico, ahora nos recomienda 15 horas y nos detecta cierto problema del corazón que se vincula a un viejo malestar: hipertensión arterial.

Pero fue aún aún peor la recomendación estricta de que no podía bañarme sólo, que me auxiliaran en mi casa con una silla de plástico dentro del baño, al margen de otras medidas y circunstancias que opacaron más nuestro futuro. Sin embargo, se vio confiable y se habrían recibido buenos comentarios, más allá de la seriedad que es evidente. Nada de consentimientos.

Por supuesto que también cuenta la opinión del psicoterapeuta Marcelino Ramos, cuando nos dice el pasado viernes en consulta: “hasta ahora la libraste, tienes una fuertísima carga emocional que de manera inconsciente tiende al suicidio; además las secuelas del Covid no son las mismas en todas las personas por lo que necesitas permanente vigilancia”.

Diría también que “la experiencia en el hospital Hidalgo te causó un daño adicional, al aumentar la depresión y el estrés; tanto física como emocionalmente”. Triste noticia aunado a otra serie de presiones particulares y de nuestra propia profesión en el medio.

Ya habría dicho Jaime Calvillo en el Centro Hospitalario que el sudar en la parte izquierda de la cabeza con un fuerte dolor en parte de la cara y ojo, es consecuencia “de lo mismo”.

Nuestro agradecimiento especial para el doctor Antonio González Guardado, reconocido neurólogo de la entidad, quien visitó nuestro domicilio particular para consultarnos y ordenar estudios especiales que, al conocerse, determinaron la urgente hospitalización, como también para el doctor Jaime Roque Ibarra por su empeño en sacarnos de este trance, sin omitir la gravedad de nuestro estado de salud físico.

También de manera especial nuestro agradecimiento para Mouris Salloum George, Director General del Club de Periodistas, para Jaime Arizmendi González, Presidente de Comunicadores por la Unidad, A.C.  y CONEME, como también para Alberto Woolrich Ortiz, Presidente de la Academia Mexicana der Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., así como para el abogado Daniel Vergara Arias, abogado penalista y especialista en derechos humanos, sin omitir a comunicadores de la ciudad de México y otras partes del país, de manera especial a los amigos de Aguascalientes.

Sin duda la familia es determinante, pero también la oración.

Para finalizar, sólo destacar que el gran problema de nuestro país es que hemos sacado a Dios de nuestras vidas, de las escuelas, del Gobierno y de las instituciones públicas, pero sobre todo de las instituciones de salud. Vale recordar lo dicho por el padre Pío de Pietrelcina, fundador de importantes centros de salud en los que el amor y lo espiritual forman parte esencial para la sanación.

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here