POLÍTICA Y ESCÁNDALO

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Por Alberto Woolrich (*)

Son muchos los que piensan que la situación política que se vivió en México, durante la época del neoliberalismo aún mantiene fuerza y vigor durante ésta Cuarta Transformación de la Republica, lo cuál me hace afirmar, sin temor a equívoco alguno, que nos encontramos en un cruce de caminos, en los que reina la indecisión, la falta de horizontes políticos claros y carencia de alternativas para encontrar justicia frente a muchos de los problemas económicos que agravian a la sociedad civil.  Por el contrario la insana descalificación, la grilla demagógica, la manipulación de la autoridad y por sobre todo la falta de un análisis serio, formal, adecuado de los problemas de justicia se han adueñado  de la situación, hasta el punto que liberales y conservadores, chairos y fifís, corruptos y honestos están hartos de todos y de casi todo con el peligro de un brote social por lo que ello conlleva.

 

En México en estos dos años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, hemos pasado de una situación de corrupción política,  de podredumbre institucional, de prostitución gubernamental a una situación  diferente, nueva, distinta, la que ha determinado que muchos por los  que el pueblo votó y  confió en ellos  abiertamente  hayan traicionado aquél sufragio, agrediendo conceptos como libertad, justicia, sanidad, democracia, congruencia  o tolerancia  que, a fuerza de  manosearlos, mañana con mañana les ha hecho perder sus sentido histórico y semántico, quedándose en tercas, incongruentes y huecas afirmaciones que se lanzan al viento con reprobado son demagógico.

 

 

Hace algunos años a los mexicanos nos parecía imposible que en ésta sagrada tierra de nuestros ancestros se produjeran situaciones que, ocurridas en otros suelos, se repudiaban,  se reprochaban, sin más o se consideraban ajenas y lejanas para nuestra Nación.  Siempre llegamos a pensar que el mal, la desventura, la mala fortuna, la desgracia, ocurría-allende de nuestros mares, de nuestras fronteras, como si la Virgen de Guadalupe nos preservara de toda la maldad.   Pero la hora es ya.  En efecto los fenómenos de corrupción en la justicia, en la política, en las autoridades, en las instituciones, en la policía, en los diputados, en los senadores, en los gobernadores, en el deporte, en los ministerios públicos, en los jueces, en la sociedad, en los medios de información, en la iglesia, en todos lados la falta de credibilidad en los gobernantes, la crisis en la política, la ausencia de horizontes en la juventud, los ataques a la independencia del Poder Judicial, la intolerancia, la necedad, la incongruencia nos han estallado en pleno rostro. Los mexicanos vivimos día con día, hora a hora con el alma en vilo, pendientes del siguiente caso escandaloso, que se espera con el morbo de corroborar si es más grande que el anterior.

 

Hace apenas algunas columnas escribía que ésta situación viene causada porque algunas instituciones de procuración e impartición de justicia, sufrieron un evidente deterioro por la corrupción inmersa en ellas, de modo que  nadie confía en ellas. Es cierto que ésta situación de tensión política, de tensión judicial, de tensión social, de manipulación informativa y de deterioro no puede duran indefinidamente.

 

Para hacer frente a todo ese gran cúmulo de desgracias le corresponde a la justicia poner coto. Pero a esa justicia le corresponde primero sanear sus recintos de lo contrario las cosas seguirán igual y con tendencia a empeorar.

 

Lic. Alberto Woolrich Ortiz. (*)

Presidente de la Academia de Derecho

Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..