Evidencia vs. calumnia

0
305

 

Jorge Suárez-Vélez en Reforma

Cuando observo a López Obrador, siempre me pregunto cuánta de su narrativa es ignorancia espontánea y cuánta un proyecto meticuloso y deliberado con objetivos precisos. No tengo la respuesta. Pero la semana pasada lo escuché admitir que su campaña violó la ley al aceptar efectivo que jamás fue reportado al INE. Morena ya tenía acceso a recursos oficiales y, por lo tanto, estaba sujeto a reglas.

El regreso de Emilio Lozoya nada tiene que ver con impartir justicia o avanzar en la construcción de Estado de derecho. El objetivo es simple: embarrar a todo partido y político de oposición. AMLO busca plantear los comicios de 2021 como la elección entre volver a un pasado plagado de corrupción o mantener a Morena en el poder, a pesar de sus fallas. Lo último que quiere es que esa contienda se vuelva un referéndum sobre el desempeño de su gobierno, pues ahí sí lo harían pedazos.

El video en el que David León le daba dinero a su hermano Pío vuelve falaz su narrativa. Esos recursos quizá provenían del erario de Chiapas, de nuestros impuestos. El gobernador de uno de los estados más pobres habría desviado recursos, que pudieron dedicarse a aliviar pobreza, para financiar ilegalmente una campaña presidencial. De ahí la generosidad del Presidente hacia Manuel Velasco y su alianza con el Partido Verde, epítome de corrupción. Poner a León a cargo de la distribución de medicamentos y vacunas agrava la fetidez. Como en los viejos tiempos: “no me des, ponme donde hay”.

Las filtraciones de videos y de documentos legales, que imposibilitarán impartir justicia, evidencian que la Fiscalía tiene de autónoma lo que AMLO de estadista. Espero que tiren la toalla colegas que confiaban en que Gertz Manero sería escrupuloso y probo. México está hoy mucho más lejos del Imperio de la Ley que añoramos. Además, un sistema de impartición de justicia al servicio del Ejecutivo hará imposible distinguir a quienes merecen el peso de la ley, de quienes serán mancillados porque estorban a la ambición electoral del tabasqueño. De eso se trata.

La guerra de lodo apenas comienza. Más videos incriminarán a los de antes y a los de ahora. Pero cuidado con creer que todo aquel que ha estado en la política es corrupto y que todo en los partidos está podrido. Evitemos repetir el lema de las protestas tras la debacle Argentina de 2001: “que se vayan todos”. Eso es peligroso. Conozco servidores públicos mexicanos que se condujeron con honestidad a su paso por puestos importantes. Además, el papel de los partidos es vital para organizar la democracia, para formar cuadros, para agrupar a individuos a partir de ideologías y propósitos comunes, y representarlos en el gobierno.

Se ha arraigado el mito de que debemos desechar a los partidos existentes y a quien haya militado en éstos. Nada garantizaría más que Morena se perpetúe en el poder. En México es imposible ganar una elección presidencial desde afuera del sistema, más cuando el gobierno controla los medios de comunicación masiva. López Obrador sólo logró reconocimiento nacional después de ser jefe de Gobierno en la capital del país, y de participar en elecciones presidenciales. Fox lo logró después de ser gobernador y de formar “Amigos de Fox” años antes de la contienda presidencial.

Discriminemos con la honestidad intelectual que tanto escasea. Diferenciemos entre acusaciones legítimas basadas en evidencia irrefutable, y las que sólo buscan calumniar. No se trata de conformarnos con los menos malos, sino de exigir mucho más que ideología vacía y demagogia estéril.

Antes de 2018, un importante empresario me regañó por hablar y escribir sobre la descarada corrupción del gobierno de Peña, diciéndome que eso hacía más probable la victoria de AMLO. No se daba cuenta de que lo que la provocó fue, de hecho, haberla solapado, pensando que era mucho pedir que un gobierno propusiera reformas estructurales indispensables, y que además fuera honesto e íntegro. Se pueden ambas cosas, no dejemos que nos presenten falsos dilemas.@jorgesuarezv