¿Cómo llegó el Vudú africano a México?

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Vudú, una religión que ‘sueña’ con un templo en México

Desde 2009 ya hay quienes ofician ceremonias en la capital mexicana aunque sea en templos improvisados

Autor: Alexis Castro | Otra fuente: CHILANGO

En un pequeño terreno baldío, a espaldas de un conglomerado de edificios al norte de la Ciudad de México, bajo una pequeña lona de plástico blanco, unas personas dibujan símbolos en el suelo; una cruz, un círculo, un cuadrado… representaciones de espíritus. Es la celebración haitiana del día de los muertos, según la tradición del vudú.

Una doctrina basada en la creencia de que las cosas y los elementos naturales están animados por vida y alma, el vudú en Haití es religión oficial desde 2003. Es una especie de diccionario moral y un sistema importante en casi todos los aspectos de la vida de la isla caribeña, representando un complejo entramado de arbitraje y organización social.

Leer: Terremoto descubre discrepancias religiosas en Haití

Sin embargo, en México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía lo clasifica como religión ocultista, mientras que en las 696 páginas del Directorio de Asociaciones Religiosas de la Secretaría de Gobernación, disponible en línea, no aparece una sola que aluda al vudú.

Ricardeau Pierre Poyau, un sacerdote vudú que llegó a México junto a 1,000 haitianos en calidad de refugiados tras el terremoto que azotó la isla en 2010 , y Emmanuel Délicieux, un houngán u oficiante de grado inferior al del venerable, tienen en conjunto el proyecto de un templo vudú en el país, el cual debe estar configurado de forma muy concreta.

“El suelo ha de ser la propia tierra, y debe tener un pilar central, el Poto Mitán, donde la Tierra se conecta al centro del universo”, explica Ricardou. Quieren dar a conocer la religión entre los mexicanos, que se instruyan en sus prácticas, que aprendan a defenderse.

Ricardeau señala que su sueño, su templo vudú, abriría las puertas a todo aquel interesado en aprender algo diferente, una creencia milenaria llena de misterio y devoción.

Hasta que eso llegue, dice que se conforma con rentar un departamento de dos habitaciones, una como tienda, otra como consultorio donde vende cosas típicas de Haití: pulseras, artesanías, perfumes para cada signo zodiacal, ropas africanas, y telas con símbolos que representan espíritus conocidos como vevés.

Noches de ritual

En la Ciudad de México, Ricardo y Emmanuel apenas cumplirán cinco años oficiando ceremonias y tratando de esparcir su conocimiento, y aseguran que, por el momento, son los únicos.

“Me contactan por teléfono o por face. Al día tengo entre 15 y 20 consultas. Curo enfermedades, hago limpias y veo temas relacionados con el amor. Si alguien me necesita, me manda un correo, y yo le pido su fecha de nacimiento. Sin cita previa van siete u ocho a mi casa”, apuntó Ricardeau.

Durante la ceremonia, Emmanuel Délicieux, quien viajó a México en 2007 para ayudar a su hermana enferma, recibe en su cuerpo al espírtu llamado Guedé, en medio de una atmósfera tribal, en la que el venerable canta melódicamente en creol las canciones de los muertos.

“Podría hacer la consulta sin bajar un espíritu, pero me gusta bajarlo para que la persona tenga más confianza, porque la gente a veces necesita algo más concreto y, si son tímidos, se desinhiben”, señaló el sacerdote quien en el ritual vierte unos chorros de aguardiente en el suelo, “para saludar a los espíritus”.

Un machete ensartado en la tierra desnuda, velas por todas partes, símbolos con harina y café. En medio de toda esa expectación, y después de mucho intentarlo, al fin noto un cambio en Emmanuel. Veo cómo gesticula, cómo alza los brazos y su cuerpo se estremece con un vago clamor. Su actitud cambia totalmente.

Su voz tiene ahora un tono arrugado, envejecido. Los demás ofrecen sus respetos y saludan al espíritu. Va ahora dando mensajes a algunos de los asistentes, y preparan, en una cubeta, lo que será un baño de frutas, vino tinto, leche y miel, que posteriormente Emmanuel —o el espíritu que lo controla— usará para mojar la cara y los brazos descubiertos de los allí reunidos. Dicen que eso les dará buena suerte.

¿Estaba fingiendo, actuando? ¿De verdad un espíritu le bajó al cuerpo? Es difícil de creer. Miguel Ángel Adame Cerón, profesor de la licenciatura en Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología del INAH y experto en experiencias rituales místico-espirituales asegura que para ellos todo es real.

“Una corriente de interpretación dice que todas esas fuerzas, energías, divinidades, solo vienen de una concepción mental. Pero también influye el contexto histórico y social y las vivencias y experiencias tienen su significado en él. Para ellos, su vivencia es real. En términos orgánicos, su cerebro se programa para eso, la magia existe; es algo mental, corporal, vivencial y cultural”, apuntó el académico.

Brujos capaces de convertir a personas en animales, gente que surca los aires con los párpados prendidos en fuego, pequeños muñecos de tela, algodón y trapo… Las historias de Ricardeau y Emmanuel dirigen mis ideas preconcebidas por terrenos muy diferentes: la idea del vudú como una religión benigna, que tiene en su misma historia un tiempo incalculable, casi primitivo, se ve reforzada por los testimonios de estos dos brujos quienes me aseguran que solo buscan compartir su conocimiento y estar a gusto con ellos mismos y su entorno.

“Sí, es verdad lo de los muñecos y los zombis, pero el mal ha existido siempre. Nosotros enseñamos todo, tú eliges qué hacer”, apuntó el houngán Emmanuel.

Este es un fragmento de un texto publicado en la edición de febrero de 2015 de la revista ‘Chilango’, que es parte de Grupo Expansión. La firma edita en México 17 revistas y 11 sitios de internet, entre ellos CNNMéxico.