Por Daniel Servitje
Cada seis años, los mexicanos elegimos a un presidente que dirija al gobierno, solucione problemas y enfrente nuevos desafíos. Lo hacemos también con la esperanza de marcar una diferencia positiva en el rumbo de nuestro país, en nuestra vida y la de nuestros hijos.
Este periodo electoral nos brinda la oportunidad de celebrar un ejercicio de diálogo nacional, en el que todos los ciudadanos participemos en una conversación honesta sobre la construcción del país que queremos. Comparto en este espacio una reflexión personal sobre ese México.
El país que queremos tiene gobiernos honestos, empresas íntegras y ciudadanos participativos.
Si anhelamos llevar a México al futuro debemos exigir más de nuestros líderes.
No hablo sólo de los políticos y la muy urgente necesidad de ética en su quehacer, también a las empresas les corresponde adoptar y actuar con códigos de ética y fomentar una cultura de integridad; y a los ciudadanos participar de manera proactiva en la formulación de las políticas públicas y en el combate a la corrupción.
En el México que queremos, todos aportamos nuestro granito de arena en la construcción de la confianza y la prosperidad real: el gobierno, las empresas y los ciudadanos.
En el país que queremos se vive en un estado de Derecho, con instituciones eficaces y confiables, capaces de proteger y garantizar los derechos fundamentales de las personas y de las empresas. Un estado que ofrezca plena seguridad y certidumbre jurídica, donde el esfuerzo y la integridad se recompensen, y la grave impunidad sea abatida.
Una sociedad civil vibrante, que no tolere el autoritarismo ni lo secunde. Dirijo una empresa orgullosamente mexicana con presencia global, y mi experiencia en los diferentes países en los que operamos es que para para alcanzar un desarrollo equitativo y duradero se necesitan instituciones sólidas, así como gobiernos que las construyan y las respeten.
El país que queremos es más justo y solidario. Una sociedad más justa se edifica en la equidad, en el compromiso y en la responsabilidad de todos los actores, fortaleciendo las capacidades de cada individuo y ampliando las oportunidades para que más personas tengan acceso a una educación de calidad y con estándares más altos, así como a mejores servicios de salud.
Un país donde el mérito se convierte en la principal vía para avanzar y progresar.
El país que queremos enfrenta con éxito los grandes cambios globales.
Estamos inmersos en una nueva era que transforma todos los días al mundo laboral, económico y social. La robótica, la inteligencia artificial, y los avances tecnológicos aplicados a la salud y a la biotecnología, son hoy las tendencias mundiales. La innovación ya no es la mejor opción: es la única.
Tenemos que competir al más alto nivel y ser ganadores de batallas globales. Las islas y los muros en la práctica— ya no existen.
El país que queremos es una democracia en la que todos tenemos cabida. La política debe recuperar su papel como espacio que convoca al diálogo de manera franca, abierta y con respeto. Un ágora en donde las ideas se puedan debatir y confrontar libremente para crecer como sociedad. Las sociedades divididas en el mejor de los casos pueden sobrevivir, pero no progresan.
Nuestro país se merece prosperar unido.
Este año es crucial para México. Es mucho lo que está en juego, y por eso, más allá de ideologías y colores partidistas, necesitamos líderes que oxigenen al país, con ánimo para fortalecer el espíritu emprendedor y anticiparse al cambio. Líderes éticos, con una profunda convicción democrática y una mente abierta y creativa para corregir el rumbo y acelerar el paso.
Hagamos del 2018 el año en el que despegamos hacia el país que queremos.